Formentera puede ser una caja de sorpresas a la hora de las visitas tanto de interés cultural como paisajístico. El repertorio es lo bastante amplio como para realizar una serie de visitas sin las que el visitante no podrá decir que ha estado en Formentera.
Uno de los monumentos más llamativos es la iglesia de Sant Francesc Xavier, levantada en la década de 1730, se trata de un templo fortificado, que destaca por su volumen y su singular arquitectura. No muy lejos está la capilla de sa Tanca Vella, una pequeña iglesia que data del siglo XIV.
La visita a la torre de es Pi de es Català, en la playa de Migjorn, transporta a la época de los piratas, y puede ir acompañada de un paseo y baño en esta playa que mira al sur y donde la oferta de restaurantes y chiringuitos es variada.
La localidad de es Caló de Sant Agustí es otra de esas visitas necesarias para disfrutar de un paisaje marinero de ensueño. En este pequeño puerto, uno de los primeros, se suceden numerosas casetas varadero que guardan las pequeas barcas de pescadores. No muy lejos está el camí de sa Pujada, mal llamado romano. Se trata de un sendero lleno de sorpresas y vistas increíbles que sube desde es Caló hasta la parte más alta de la isla, la Mola, donde se encuentra la cota más alta, 192 metros.
Pero si se sube por la carretera principal, otra parada obligatoria es el Mirador, un restaurante que ofrece una vista panorámica de Formentera casi integral y desde donde se aprecia en toda su integridad la insularidad.
En el Pilar de la Mola, el mercadillo de artesanía es otro espacio inevitable donde aún queda algún resquicio del espíritu hippie del que se nutrió la isla a finales de la década de los sesenta del siglo XX.
Al otro lado de la isla, en Poniente, está Cala Saona, otra playa digna de ser visitada, desde donde se puede iniciar un paseo que nos llevará hasta la torre de sa Gavina, cerca de la finca pública de Can Marroig.